Por Rafael Molano Guzmán
Madres sí hay más de una. El prototipo de ese personaje luminoso que se desvive (nunca mejor entendido: que deja de vivir o que puede dejar de vivir) por sus hijos y que los acepta y cobija con amor sin condiciones, se ramifica como un árbol de extensa sombra en cientos, miles de seres singulares a través de la literatura. No hay mejor diván de terapia, de conocimiento, de búsqueda, sobre las infinitas y borrosas tramas que surgen del vínculo con las madres que nos parieron. Y, desde luego, también para ellas, que siempre buscan entender el acertijo que supone la relación con sus idolatrados vástagos.
Novelas de belleza y dolor abismales como Lo que no tiene nombre de la colombiana Piedad Bonnett, o Paula de la chilena Isabel Allende, irrumpen con violencia y dulzura hacia las entrañas de la casi inaguantable pérdida de un hijo o una hija.

En La edad de hierro, del premio Nobel, J.M. Coetzee, una madre moribunda escribe, a la hija que vive en un lugar lejano, una carta a modo de testamento en la que reflexiona sobre su vivencia en una realidad como el apartheid sudafricano, su visión sobre su propia maternidad en ese mundo y la de las mujeres e hijos segregados. Se trata de una mirada materna a turbulencias sociales, como las que viven o pueden suceder en cualquier país, incluido, por supuesto, en el nuestro.
No hay mejor diván de terapia, de conocimiento, de búsqueda, sobre las infinitas y borrosas tramas que surgen del vínculo con las madres que nos parieron.
Fábulas ambiguamente esperanzadoras de sabiduría materna ancestral como la que describe la española Milena Busquets en su libro También esto pasará, sirven para observar la otra cara del dolor que sucede cuando son los hijos quienes pierden a sus padres. Allí aparece la deslumbrante sentencia que le da título a la novela, cuando unos sabios, ante la solicitud del emperador de encontrar una frase que sirviese para todas las situaciones posibles, le proponen una que diga: “También esto pasará”, a lo que el personaje de la madre en la novela, mientras le cuenta este cuento chino a su hija, agrega: “El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la felicidad”.

En otro sentido, solazada en la emoción de los recuerdos, está la novela Mi madre, de Yasushi Inoue, uno de los grandes autores japoneses del siglo XX. Con la escritura de unas páginas autobiográficas de delicada belleza, Inoue recorre el deterioro de su madre, senil, durante sus últimos años de vida.
Por último, en una contravía alocada, está Tu no eres como otras madres de la alemana Angelika Schrobsdorff. Se trata de una especie de testimonio homenaje en el que la autora describe la vida real e irreverente de su propia madre durante la loca bohemia berlinesa de los años veinte. Una estampa que niega a rajatabla el ideal de la madre abnegada y “pura” de las éticas religiosas que nos han acompañado por siglos, para narrar la historia de una mujer apasionada por la independencia, que tendrá tres hijos de tres padres diferentes, y que absorberá el espíritu libertario de la época con bocandas de intensidad.
*Después de leer este texto, lo invitamos a darse una vuelta por las tiendas de Panamericana y La Librería Nacional de Unicentro Bogotá para elegir ese libro ideal.