Por Eduardo Arias
Mientras Unicentro estaba naciendo, el rock bogotano estaba prácticamente muerto. Hacía un par de años se habían terminado casi por completo las bandas que habían tenido cierto renombre y reconocimiento, en particular en la segunda mitad de los años 60 y la primera mitad de los 70. Varias de ellas lograron grabar álbumes de larga duración o aunque fuera un disco sencillo con dos canciones. Grabar era un sueño muy complicado de hacer realidad por lo costoso y por la limitación de los recursos técnicos disponibles.
En los colegios eran frecuentes los concursos denominados “murgas”, en las que concursaban agrupaciones musicales en representación de diferentes colegios. Algunas eran de rock, todas ellas de vida efímera, salvo un par: Compañía Ilimitada, de la que volveremos a tener noticia un poco más adelante, y Poligamia.
Pero los melómanos seguían en pie de lucha en un país en el que no era fácil conseguir música ya que se dependía en gran medida de los discos que se prensaban en el país y que se vendían en legendarias tiendas, como Discos Bambuco de Unicentro.
La radio pasaba el llamado rock anglo (el que proviene de Estados Unidos y Gran Bretaña principalmente) y en la televisión algunos espacios pasaban videos. En uno de ellos, Telediscoteca, que se emitió entre 1979 y 1980 y que presentaba el periodista Manolo Bellon, Compañía Ilimitada era el grupo base del programa, aunque en aquel entonces interpretaban versiones de canciones conocidas y cantaban en inglés.
A partir de los años 80 comenzaron a aparecer nuevas bandas. Al comienzo fue un movimiento muy pequeño, en bares, donde una nueva generación de músicos comenzaban a interpretar no sólo canciones de grupos anglo sino también temas de músicos que cantaban en castellano, la mayoría de ellos de Argentina. La radio no le prestaba ninguna atención al asunto pero esto no les impidió seguir adelante. Ya le llegaría el tiempo de revancha a algunos de ellos.
Algo de notoriedad mediática tuvo Compañía Ilimitada a raíz de sus dos conciertos en el auditorio de Skandia, en el que presentaron canciones propias cantadas en castellano. Un año más tarde publicaron el sencillo Siloé/ María, que distribuyeron de manera independiente. En la ciudad aparecieron gran cantidad de bandas de tendencias muy diversas que se dieron a conocer en eventos que se llevaron a cabo en lugares como el teatro al aire libre La Media Torta.
A finales de 1986 se presentó la banda argentina Soda Stereo (que aún no lograba su éxito astronómico) en el recinto de la Feria Exposición. Y en 1987 la radio comercial comenzó a interesarse en algunas agrupaciones de América Latina que cantaban en castellano y Soda Stereo volvió a presentarse en Bogotá, esta vez en la Plaza de Toros.
El rock en español (o rock en tu idioma) tomó gran fuerza durante 1987 y 1988, y tuvo su punto culminante en 1988 con el Concierto de Conciertos Bogotá en Armonía que se llevó a cabo el 15 de septiembre en el estadio El Campín. En ese concierto, que reunió a los Toreros Muertos, Miguel Mateos y Los Prisioneros, entre otras estrellas internacionales, se presentaron Compañía Ilimitada y Pasaporte, una banda bogotana formada pocos meses antes y cuyos integrantes se habían formado en ese circuito de bares bogotanos de comienzos de los 80.
A partir de los años 80 comenzaron a aparecer nuevas bandas. Al comienzo fue un movimiento muy pequeño, en bares, donde una nueva generación de músicos comenzaban a interpretar no sólo canciones de grupos anglo sino también temas de músicos que cantaban en castellano, la mayoría de ellos de Argentina.
El rock en español estaba por todos lados. No sólo en emisoras juveniles y orientadas al rock, también se programaba en emisoras de música popular y de baladas. Es decir, llegaba de manera masiva a públicos ajenos al movimiento del rock. Pero, tal como ocurrió en el fútbol durante la época de El Dorado, las estrellas eran casi todas extranjeras. Sólo Compañía Ilimitada y Pasaporte lograron ingresar de manera consolidad a ese circuito comercial. Las otras bandas colombianas sonaban en la radio de manera esporádica, si es que llegaban a sonar.
El voz a voz seguía siendo para casi todas la única vía de divulgación, aunque se debe mencionar que durante algunos pocos meses algunos programas de televisión musicales le abrieron sus puertas a los grupos bogotanos. Algunos sellos disqueros grabaron sin demasiado éxito comercial álbumes de unas pocas agrupaciones más.
Sin embargo, varias de estas bandas participaron en giras por todo el país, así que parecía que el rock en tu idioma había llegado para quedarse y que era cuestión de tiempo para que se consolidara el movimiento. Pero no fue así.
A mediados de 1989 el narcoterrorismo apagó la noche bogotana. Al mismo tiempo, la radio comercial dejó de interesarse en el rock cantado en la lengua de Cervantes. El boom del rock en español se terminó de manera abrupta, pero la semilla estaba allí, en espera de que llegaran tiempos mejores en que pudiera volver a brotar.
La llegada de la década de los 90 coincidió con grandes cambios que de manera directa e indirecta influyeron en el renacimiento del rock en Bogotá y también en la manera como evolucionó hacia nuevas y más variadas formas. Varios factores se unieron. La nueva Constitución Política de 1991 creó un clima de esperanza y optimismo. Además, gracias a eventos aparentemente inconexos como la ciclovía dominical, la apertura económica que daba la bienvenida a nuevas marcas en centro comerciales como Unicentro, la celebración de los 450 años de Bogotá (en 1988) el festival Iberoamericano de Teatro, la captura de Pablo Escobar, la clasificación de Colombia al Mundial de Italia 90 y unos años después el famoso triunfo 5 a 0 ante Argentina en Buenos Aires, generaron en la ciudad un sentido de pertenencia que no existía antes y la música hecha en Colombia, hecha en Bogotá, era motivo de orgullo.
Además, Aterciopelados, La Derecha y 1280 Almas lograron cierto reconocimiento internacional, en parte gracias al canal de televisión MTV Latino, que ayudó a unir al continente alrededor de la música. Grupos que no sonaban en la radio comercial comenzaron a encontrar espacio en las emisoras universitarias. Estas agrupaciones aprendieron además a crear su propio público gracias a un muy persistente trabajo de autogestión que les permitió prensar su música así fuera en cassettes.
Una hipótesis que vale la pena explorar es qué tan importante fue la llegada a Colombia del rock mexicano que le daba mucha importancia a otros géneros musicales populares, no necesariamente folclóricos, como la salsa, el bolero o la música ranchera. El rock bogotano no fue ajeno a ello. Tal como había a comienzos de los 70, con agrupaciones como Génesis, La Columna de Fuego, Malanga y La Banda Nueva.
Inspiradas en el rock latino de Carlos Santana que se tomó por asalto el mundo a partir de 1969, mezclaron el rock con los ritmos latinos, del Pacífico, los Llanos Orientales y la región andina. De lo anterior da fe que la canción estrella del álbum El Dorado de Aterciopelados sea un bolero, el “Bolero falaz”, que hace unos años fue declarada en una encuesta de la revista Rolling Stone como la canción más importante de la historia del rock en Colombia. El Dorado, junto con La tierra del olvido de Carlos Vives, orientaron de una u otra forma el desarrollo de la música en Colombia. El alcance y las fronteras de la palabra rock se hacía más difuso y más difícil de expresar. Había grupos que se ceñían a la definición y, por ende, al sonido tradicional del rock. Pero muchas canciones de músicos en principio ajenos al rock se le acercaban por el ladito, de la misma manera que muchos rockeros enriquecían sus propuestas con elementos que provenían de otras fuentes.
La llegada de la década de los 90 coincidió con grandes cambios que de manera directa e indirecta influyeron en el renacimiento del rock en Bogotá y también en la manera como evolucionó hacia nuevas y más variadas formas.
Esto de tomar esto y lo otro de aquí y de allá se lo habían inventado los Beatles a partir del bolero “And I love her” pero esa es otra historia. En el caso colombiano las mezclas o fusiones o como se les quiera llamar, que como ya se señaló tomaron mucha relevancia con Génesis y compañía en los primeros años 70, volvieron a adquirirla en los 90 y aún hoy la siguen teniendo. Muchos son los ejemplos que podrían citarse. A partir de los años 90 también se abrieron paso en Bogotá otros géneros que entraron dentro del paraguas del “rock” local como el ska, el reggae y el hip hop. Mención especial merecen el punk, el hardcore y el metal, que se cocinaban en Bogotá desde los años 80 y que nunca han dejado de marcar su impronta en los múltiples sonidos bogotanos y hoy lo siguen siendo, tal como se demuestra cada año en Rock al Parque, donde llegan hasta 120.000 espectadores los sábados, que por lo general es el día del metal.
Y ya que hablamos de Rock al Parque… En 1995, el año bisagra de El Dorado y La tierra del olvido, también apareció este evento que cambió por completo el rumbo del rock y otras músicas afines en Bogotá. Este evento se convirtió muy pronto en patrimonio de la ciudad. Cuando apenas tenía tres años de existencia, el entonces alcalde Enrique Peñalosa intentó suprimirlo y un movimiento ciudadano lo obligó a echarse para atrás. Desde entonces ha crecido, no sólo por la relevancia que ha tomado en América Latina e incluso en otras latitudes, sino también por el papel que ha jugado como ejercicio de convivencia ciudadana.
Pero no sólo Rock al Parque ha beneficiado a los rockeros bogotanos. Debe mencionarse también cómo la tecnología y la misma economía de mercado han cambiado el panorama de la creación y la difusión de la música. La apertura económica hizo que fuera mucho más fácil adquirir instrumentos musicales a precios accesibles.
Mucho más importante aún ha sido el desarrollo de los computadores personales, que permitieron la creación de estudios caseros con inversiones muy bajitas. Hasta finales de los años 90, grabar una maqueta para presentarla en una casa disquera a ver si de pronto se animaban a grabar un disco en un estudio era toda una odisea, que implicaba una buena inversión en horas de alquiler. Desde finales de los 90, se han hecho cada vez más comunes las grabaciones en estudios caseros. Con la aparición de los programas de edición de música y computadores cada vez más rápidos y con más capacidad de procesamiento ya es posible hacer las maquetas en casa a muy bajo costo. Y no sólo las maquetas, o demos. Buena parte de la producción de una canción puede hacerse en casa. Incluso desde allí puede salir la versión definitiva.
Esos avances tecnológicos han permitido que aparezcan gran cantidad de agrupaciones.Otro cambio fundamental ha sido la manera como circula la música, en especial desde los albores del siglo XXI. Hasta los años 90 era casi que indispensable sonar en la radio. En el nuevo siglo, la red y, más recientemente, las plataformas de streaming permiten que la música circule sin la necesidad de que una casa disquera decida quién suena y quién no. Estas posibilidades de autogestión han alentado a mucho músicos a emprender sus carreras sin necesidad del apoyo de la llamada industria del disco.
Otro factor que debe tenerse en cuenta para explicar el auge de la música en Colombia, y del rock, es la aparición de escuelas de música que se han abierto no sólo a la llamada música clásica o académica o al folclor autóctono, sino también al jazz, a la música antillana y al rock. Eso ha hecho que ahora existan en Bogotá músicos con una formación musical muy sólida dispuestos a aplicar sus destrezas y conocimientos en el campo de la música popular y, por ende, del rock. Como se dice ahora con tanta frecuencia esta es una “noticia en desarrollo”. A pesar de las dificultades por las que ha pasado desde sus orígenes, en Bogotá el rock (lo que cada quien considere como parte del rock) se encuentra vivo. Muy vivo.